domingo, marzo 11, 2007

Las constantes universales son prueba razonable de la existencia de Dios



La ciencia ha encontrado en las últimas décadas constantes universales que hablan de la inexistencia del azar en la formación del mundo, lo que constituye razón suficiente para creer en un orden implicado en la formación y continuación de la realidad, explica el teólogo alemán Hans Küng en su último libro “El principio de todas las cosas. Ciencia y religión”. Considera que esas constantes universales son la prueba racional de la existencia de Dios y pide que la teología comprenda la importancia de la ciencia para nuestra concepción actual del mundo y que la ciencia, a su vez, comprenda que hay cuestiones fundamentales que ella misma no puede responder, y que forman parte de otras doctrinas, como la teología o la filosofía. En la colaboración entre ambas estaría la clave de un mayor entendimiento de la realidad. Por Yaiza Martínez.


Hans Küng. Editions du Cerf.
El teólogo y sacerdote católico Hans Küng, nacido en 1928 en Sursee (Suiza) y miembro del Consejo Editorial Tendencias21, está considerado hoy día uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo. Defensor de la conciliación entre racionalidad y fe cristiana en una apuesta común, el autor de obras tan conocidas como ¿Existe Dios ? o Proyecto Ética Mundial, acaba de publicar un nuevo libro titulado « El principio de todas las cosas. Ciencia y religión” en el que analiza cuestiones fundamentales como: Dios como principio, creación o evolución, ¿es todo azar?, ¿es el libre albedrío una ilusión?, etc.

Según explica el autor en el prólogo de esta obra, desde que “se hizo la luz”, tanto en el relato bíblico como en la Ilustración (época en la que, dentro y fuera de la Iglesia, diversos hombres abogaron por la libertad de investigación y porque el Evangelio estuviera a la altura de la razón y de los tiempos), ha sido imprescindible un saber filosófico-teológico básico que permita pensar en grandes correlaciones, sin perder de vista del todo la necesaria especialización.

Por eso, con la redacción de esta obra breve el autor ha pretendido sintetizar sus conocimientos, aumentar el saber sobre los últimos temas científicos y ofrecer (verter algo de luz) una respuesta coherente y convincente a las preguntas científicas fundamentales. Uniendo ciencia y religión, Küng esperaba asimismo aportar una explicación sobre los inicios de la ética humana.

Teología y ciencia

Con motivo de la reciente publicación de « El principio de todas las cosas. Ciencia y religión », el autor explicó en una entrevista publicada el pasado noviembre por la revista alemana Frankfurter Rundschau, que para hacer una teología que no esté completamente desconectada de la realidad se deben tomar en serio las ciencias de la naturaleza, fundamentadas en la tecnología y la industria propias de nuestra época. De lo contrario, la teología parecerá al ser humano completamente ajena a su realidad.

Según Küng, debe haber por tanto una coexistencia entre teología y ciencia, que pasa porque la teología asuma que las ciencias de la naturaleza son la base de nuestra actual concepción del mundo, y porque las ciencias tengan en cuenta la relatividad, el carácter provisional, las contingencias sociales y las implicaciones éticas de todas las concepciones del mundo, y que reconozcan, igual que reconocen el valor de los métodos científicos, el valor de las ciencias sociales y el de la filosofía y la teología.

Por otro lado, Küng señala que no ve incompatibilidad entre la Biblia y la teoría de la evolución de Darwin. Según explica, las constantes naturales del cosmos descubiertas por la ciencia (cargas electrónicas, la teoría de los cuantos de Planck, la constante de Boltzmann) señalan que no podemos creer en el puro azar, que ya no parece una explicación satisfactoria de la formación y continuación de la realidad.

Existiría por tanto una “meta-ley” conformadora, afirma Küng, reconocida por la ciencia, que se convierte en una razón de peso para pensar que debe haber un sentido en el proceso de la evolución.

La cuestión de los orígenes

A la pregunta de si la ciencia puede sustituir a la filosofía y a la teología en la contestación a las grandes cuestiones como ¿de dónde viene la vida ?, el autor señala que es precisamente a esas preguntas a las que la ciencia no puede dar respuesta.

Según Küng, estas cuestiones superan los límites de la experiencia científica, incapaz de explicar el por qué, aunque conozca en parte el cómo. En este sentido, Küng considera que la Biblia (interpretada, como dice en la introducción de su libro, no leída al pie de la letra y menos de forma fundamentalista) proporciona desde la primer página enunciados para los hechos esenciales que afectan al mundo y al hombre.

Y es que "El principio de todas las cosas. Ciencia y religión" comienza con el siguiente párrafo : ¡Sea la luz!: así describe en sus primeras frases la Biblia hebrea, el principio del cielo y tierra. Desordenada y vacía se encontraba la tierra: Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Antes que cualquier otra cosa, antes incluso que el Sol, la Luna y las estrellas, fue creada la luz.

Más adelante, en esta misma introducción, el autor comenta: Pero, me preguntará el científico, ¿cree usted de verdad, como muchos fundamentalistas, y no sólo en Estados Unidos, que la Biblia da respuesta a la pregunta por excelencia de la cosmología, a saber, la pregunta por el origen de todas las cosas? ¿Acaso defiende usted una fe bíblica así de ingenua, no ilustrada, en un Dios antropomorfo que ha creado el mundo en seis «días»? Claro que no: precisamente porque deseo tomarme la Biblia en serio, no puedo leerla al pie de la letra.

Convergencia ciencia y religión

Pero, para Küng, ni la Biblia puede leerse literalmente, ni la ciencia puede dar respuesta a ciertos asuntos. Señala en la entrevista la idea de Leibniz de que la cuestión fundamental de la filosofía es saber por qué existe una cosa y no cualquier otra, afirma que sobre esta cuestión no hallaremos respuesta en las ciencias de la naturaleza.

Considerando a Dios como un espíritu que rodea y penetra todo, esta cuestión fundamental en cambio sí encontraría un sentido. Según el autor, Dios no es sólamente una hipótesis, puesto que asimila su realidad a la de dichas constantes universales descritas y probadas por los científicos, constantes que, por tanto, aportan un fundamento racional, y no de fe, para afirmar su existencia.

Este sería uno de los puntos de convergencia entre ciencia y religión, dos formas de conocimiento que, según Küng, deberían ser complementarias e interactuar de manera crítica y constructiva. Por otro lado, los dominios específicos de cada una han de ser respetados. Esta fórmula de compenetración permitiría una aproximación multidimensional a la realidad.

Visión de conjunto


Küng ha pretendido reflejar en su libro una visión de conjunto, una posible vía de convergencia entre ciencia y religión. Para él, se trata de una empresa difícil. En las últimas décadas, afirma en la introducción de su obra, la investigación en los campos de la cosmología, la biología y la antropología científicas, ha avanzado de forma tan vertiginosa y se ha dilatado tanto, que resulta difícil, sobre todo para el “lego”, lograr una visión de conjunto.

Pero esta convergencia parece extremadamente necesaria, por un lado, para contrarrestar en parte el fundamentalismo religioso y, por otro lado, tal y como escribe el autor, para evitar algunos de los delirios de la ciencia.

Küng pregunta al respecto: ¿no nos ha conducido a veces la razón ilustrada también al error? Con todos sus progresos triunfales, ¿no ha ideado también, y en medida creciente, asesinas maquinarias de guerra? ¿No ha destruido de múltiples maneras los fundamentos naturales de la vida, hasta el punto de que hoy muchas personas temen por el futuro del planeta?

Su libro pretende incrementar los conocimientos sobre temas científicos de moda y, también, ofrecer una respuesta coherente y convincente a preguntas científicas fundamentales, respuesta necesaria para que sea posible una ética humana acorde con los tiempos que vivimos.